En 1992, William Ospina recogió las cenizas de Bolívar, aquellas que el viento le permitió asir, y plasmó “El País del Viento”, entre los poemas redactados se encuentra “Lo que dice una mujer vieja en un puerto del Pacífico”, al cual pertenece el extracto anterior.
La remembranza me atacó al observar a una mujer esculpida con las cenizas de la libertad y cuya voz fue formada por miles de clamores apresados en su fina garganta interpretando a la inmortal Manuelita Sáenz en la obra “Bolívar: fragmentos de un sueño”, de repente me atacó otro presagio, el saber que todos somos ese grito, que en el alma de la actriz está el alma de Ospina, de Omar Porras, de Manuela Sáenz, de Bolívar, mi alma, Colombia, América y que la espada de la traición cortará luego su fino cuello y esa primordial voz será callada.
El réquiem de Manuela y Bolívar era interpretado por los pianos del llano, los fuelles de la Costa, los tenores de la selva colombiana, una sinfonía catártica, una opera primigenia, redactada por Ospina con sus infinitas fuentes de cenizas mortuorias y ejecutada por Omar Porras, el cual uso de batuta una falange.
Francisco Miranda bailando con el cadáver de Catalina II de Rusia en un círculo de tubérculos que semejaban ganchos, la que en una oportunidad profanó, embadurnado en el tricolor de la traición otorgada por Bolívar; Fernando VII en un trono/ataúd interpretando un cante en frente de dos verdugos jesuitas; sobrevivientes que semejaban ángeles, son solo imágenes, y es que la memoria de Bolívar se transformó en una imagen circundante de bronce sangrante invadiendo la América que lo traicionó, esa misma que él salvó; aquella figura metálica que Omar Porras desnudó hasta dejarlo en sus cimientos, de los cuales él cae rendido más nunca fallece su grito de libertad.
En la Quinta de San Pedro Alejandrino su cadáver es saqueado, desde ahí comienza la obra, fragmentos semejando poemas, la obra de Ospina es traducida al lienzo teatral, Bolívar se convierte en un deseo tangible en la interpretación de Omar Rojas, aún vencido la cumbia mueve sus huesos, y sobre ellos como tamboras los colombianos interpretan su réquiem.
Rindo un homenaje a la obra de teatro “Bolívar: Fragmentos de un sueño”, sabiendo aún que abarcar en palabras una obra maestra es un sacrilegio, solo aquel escriba que sigue escarbando en la negra tierra de la muerte que adornaba el escenario de la puesta en escena puede resumir la magnificencia de este trabajo que adornó a esta ciudad obtusa.
“Los muertos nunca olvidan,
Los muertos son antiguos como el aire y perduran,
Soplan sobre los rostros evanescentes de los vivos con salvajes perfumes
Y hacen pasar un alto pregón que habla del honor y la pasión y el orgullo
Sobre los largos muelles abandonados.”
Profanación divina
Te embadurnaréde las cenizas de Bolivar
envueltas en arena fría
de la eterna tumba profanada
llamada Latinoamerica
por un perfido amanuense
de la realeza española.
Te sepultaré en ella
para que las llamas de mi amor
no quemen tu dermis
como si lo hace el fuego perpetuo de la ignominia
que fundió el bronce de las estatuas
en pequeños amuletos que se venden en calles
para sobrevivir y vivir los que viven de tu gran tormento
Te cubriré en arena colombiana
y esculpiré con agua y saliva
para así formar un cuerpo
y revivir en ti a Manuela
para ser tu Bolivar
y recordar que se puede vivir
amando una utopía
llamada libertad
"Cuando escribo textos como este debo tenzar la flecha, horadar mi corazon y dejar que la sangre fluya para que esta escriba lo que transcurre en mi"

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