miércoles, 23 de marzo de 2011

Yasunari quiere morir

Yasunari observa el monte Fuji al frente de su pagoda en el ritual diario de composición de su requiem, no existen sakukachis ni shamisen para su gagaku, solo la pluma y la negra tinta que espera ser utilizada otro día más para la inmortalidad.

El dolor le aqueja, como siempre, se ha convertido en el combustible de sus hermosas lamentaciones, de esos haikus que desearon cobrar vida y convertir en bosques de bambu sus pesares.

Yasunari quiere morir, se cansó de sufrir, su dolor se compara al majestuoso Fuji, empuña la espada preparado como siempre lo estuvo para el seppuku, accede al honor y la sangre que fluye es negra, su kimono es manchado por la tinta de sus historias.

Yasunari rasga sus vestiduras, quedando a merced de los avatares de su vejez, de los estragos que el sufrimiento ha dejado en su delgado y pálido cuerpo.

Llora, en sus ya canzados ojos todavia fluyen cascadas de lagrimas que desembocan en el mar de los dragones, debe morir de manera digan y honorable como lo hacían sus antepasados, debe morir de la forma poética en la que mueren los grandes asi esten reducidos a la miseria de su existencia.

Yasunari toma la tinta y la bebe como ambrosía, cataratas negras mojan las hojas en donde el kanji Shi O- Go se asoma, Yasunari ha ejecutado su obra maestra y su cuerpo yace tendido desnudo en la madera que lo veía sentado frente a un Monte Fuji que hoy yace negro, igual que el color de su boca que no pudo expresar lo que sus manos y corazón redactaban frente al pincel, la tinta, su tristeza y el imponente Monte Fuji.
"Gracias Yasunari Kawabata por tu infinita tristeza"

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